miércoles, 15 de octubre de 2014

De cómo la desigualdad entró en mi vida...


Cuando he comenzado a pensar qué escribir para el Blog Action Day, cuyo tema central esta edición es la desigualdad, he tenido muchas dudas.



La desigualdad es un argumento que da para muchos enfoques y para muchos puntos de vista, para muchas teorías y muchas conjeturas sobre el futuro.

Os podría dar mi visión sobre el desequilibrio entre ricos y pobres, la polaridad entre el Norte y el Sur, las clases sociales o la diferencia de género. Y todo ello se englobaría en el concepto de desigualdad.

Igualmente me valdría pasaros datos e informes publicados por organismos internacionales u organizaciones especializadas en esta materia que reflejasen la evolución del problema o la falta de justificación de la dejadez en su erradicación.

                                

Por esto, tras reflexionar varios días, llegué a la conclusión de que quizá la manera más personal de tratar la desigualdad era comentar mi relación con ella...

Cuando naces en España, en una familia "normal" en 1972, tienes una vida dura por delante... Ir al cole todos los días, comerte toda la comida que te pone tu madre en el plato (porque si no, te recuerdan que hay niños en el mundo que no tienen nada que comer) y jugar con tus amigos es agotador. A veces no tienes todo lo que quieres (unas zapatillas de marca o ir de vacaciones al extranjero) pero tarde o temprano lo acabas consiguiendo.

A tu alrededor ves cosas... Alguna amiga lleva ropa prestada o hay gente en la calle que pide limosna. Pero eso no me va a pasar a mi, aunque hay que tener buen corazón y, cuando sea grande, haré algo por esas personas. Aunque, ¿no preferirían estar trabajando a estar mendigando?

Porque cuando a los niños no se les educa en los valores adecuados no se siembra la semilla de la igualdad y comienza a crecer un ciudadano que sólo aprende una realidad distorsionada y confusa. El pequeño se mueve en un mundo consumista y en el que sus referentes son personajes sin valía alguna salvo excepciones.

                         

Cuando pasan los años, me doy cuenta que hay circunstancias externas que provocan que haya personas en la vida que estén perdidas sin curro y sin esperanzas. Pasando por la Universidad yo empiezo a no tenerlo tan claro... Desde mis estudios de Ciencias Políticas voy desgranando los problemas que han originado este status mundial injusto y comienzo a tener miedo del hombre y de sus acciones. 

Considero que no somos realmente conscientes del monstruo que estamos creando entre todos y que nos está autodestruyendo. Pero, sin embargo, me paralizo y sigo viviendo...

Porque cuando la juventud se encuentra ubicada en una sociedad injusta, y se ha convertido en una masa de gente que se mueve por inercia sin apenas cuestionarse nada, se adormece y ve pasar delante de sus ojos las monstruosidades más grandes que se pueden imaginar sin que se mueva una mano por ello. Es egoísta y sólo piensa en ella y en su futuro. 

Pasan los años y, para mi, el único compromiso con el mundo es hacerme socia de un par de ONGs con las que colaboro en cuanto comienzo a ganar mi primer sueldo precario. Sin embargo, mi entorno social, que apenas está sensibilizado por las causas por las que yo lucho de manera individualizada, no ayuda a que yo me haga fuerte y me comprometa más.

                                 

Una década después, la Desigualdad se planta cara a cara delante de mi. Y definitivamente la afronto, la cojo de la mano y le doy la bienvenida conscientemente a mi vida...

Porque en la cotidianidad del día a día, no hay tiempo para discursos de igualdad... El tiempo nos come. La carrera contra este siglo XXI nos hace olvidar que vivimos en un mundo más allá de nuestro barrio, de nuestra ciudad, de nuestro país... Y, sobre todo, que es realmente una cuestión de suerte haber sido nosotros los que hemos nacido a este lado del mundo

Una serie de circunstancias (para muchos desafortunadas, no para mi) me llevaron a salir de mi anterior empresa y a reflexionar sobre qué hacer con el resto de mi existencia. Y es entonces cuando decido enfrentarme a la desigualdad, o hacerme su aliada, para conocerla y domarla y luchar contra ella o con ella y fijar ese rumbo en mi brújula a partir de ahora.

En otro golpe de suerte comienzo a trabajar con Oxfam Intermón como voluntaria. Esta organización me muestra la realidad: en un inicio, me desanimo porque me hace ser consciente de cómo es la realidad en la que estamos inmersos a diferentes niveles, pero inmediatamente, me esperanza porque la respuesta es siempre la misma. La desigualdad tiene solución. Es sólo cuestión de voluntad política y de unidad por parte de todos.

                                   

Es ahora cuando me arrepiento del tiempo que he perdido trabajando para el sector privado (tenía que haber trabajado desde el inicio en el Tercer Sector), o de no haber invertido más tiempo en la Universidad en asignaturas sobre temas de desigualdad (porque no iba a ser mi especialidad al licenciarme)... Supongo que es fácil hablar a toro pasado...

Pero considero que lo fundamental es aprovechar el presente y, por lo tanto, en esta nueva andadura es cuando la desigualdad y yo nos estamos empezando a entender.

Y desde mi posición como voluntaria puedo hacer mucho en la lucha por la justicia. Desde colaborar en la tienda de Comercio Justo que tiene Oxfam donde yo resido, hasta participar en actos de sensibilización y difusión de campañas, pasando por la divulgación de nuestras acciones en redes sociales. 



No importa cuál sea ni cuánto valga mi trabajo. Es parte de un todo. La desigualdad sólo necesita mucha gente que piense en ella y que sea consciente de su existencia. 

Cada uno desde su posición en la sociedad puede luchar por acabar con la injusta desigualdad. Con un voto en la urna, con una compra responsable, creando círculos de opinión que muevan conciencias a su alrededor... Nada es poco y todo es posible si creemos en ello. 

Se trata de estar activo, de ser parte de esa cadena de gente que se mueve y cambia el mundo. Hagas lo que hagas, por poco que sea, si esa cadena se sigue moviendo generará una fuerza motriz capaz de sacudir el planeta.

No lo dudes, mira a tu alrededor, abre la puerta a la desigualdad y déjala entrar en tu vida.

Porque siempre hay un momento en el que tienes que posicionarte, cambiar tu rumbo y es, entonces, cuando el ser se hace humano y tienes la oportunidad de sembrar nuevas semillas de justicia.

                                 




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